Los cumpleaños no se hacían en el chiquipark a base de hamburguesas, sino en casa con torrentes de chocolate del duro y metros de churros de churrera, no de esos congelados.
No había obesidad infantil, quizás algún gordito pero nada más.
En la cama del fondo dormíamos 3 hermanos sin ningún trauma, no como ahora que si los niños no tienen cada uno su habitación es un trauma.